Senén Barro, Catedrático de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial Premio Nacional de Informática 2020
Los Premios Nacionales de Informática tienen por objetivo reconocer la labor de investigadores y entidades públicas y privadas en el área de la Informática que han dedicado su carrera profesional y su esfuerzo al estudio, fortalecimiento y divulgación de esta disciplina.
Catedrático de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial en la Universidad de Santiago de Compostela y director científico del Centro Singular de Investigación en Tecnologías Inteligentes de la Universidad de Santiago de Compostela (CiTIUS ), Senén Barro ha sido galardonado con uno de los tres Premios de Investigación Sociedad Científica Informática de España (SCIE) – Fundación BBVA 2020 fallados el pasado 26 de mayo por el jurado de la cuarta edición, reunido por videoconferencia.
El jurado ha reconocido su trabajo «por sus aportaciones de gran calidad en la investigación en inteligencia artificial, así como en la transferencia del conocimiento, áreas en las que no sólo posee un brillante currículum investigador, sino que también ha sido fundador de un grupo de investigación de referencia y de startups tecnológicas. Sus contribuciones a la promoción del emprendimiento innovador y a la divulgación científica son reconocidas internacionalmente. Ha sido también un promotor muy activo de los estudios de la Informática desde los diferentes cargos relevantes que ha ostentado».
Nos pusimos en contacto con Senén para felicitarle por este merecido premio, y aprovechamos el momento y su generosidad para que nos contestara algunas preguntas.
En tecnología es muy difícil hacer pronósticos pero te queremos preguntar cuál es tu previsión sobre el alcance de la IA en un país como España para los próximos 5 años, a qué sectores va afectar más.
La Inteligencia Artificial es una tecnología potencialmente aplicable a cualquier sector. España es un país de claro predominio el sector terciario, y la analítica de datos y procesos y la automatización inteligente de tareas está creciendo mucho en este sector y en todo el mundo y lo hará también en España. En el ámbito de la industria, la robotización y la automatización en general, crecerán mucho también. Bueno, o bien lo hará o las fábricas dejarán de ser competitivas. Eso sí, debería siempre pensarse en innovar alrededor de la IA y de la automatización en particular, y no en ahorrar por sustitución de los trabajadores humanos por máquinas. Esto tiene un corto recorrido.
¿Cuál consideras que es el papel de la universidad española para el desarrollo de la IA?
Creo que el concurso de las universidades es necesario, pero no suficiente. Necesario, porque hay muy buenos centros y grupos de investigación en IA en las universidades españolas y la mayor parte de la investigación en IA se hace en el contexto universitario. Pero si las empresas no demandan y consumen los resultados de esta investigación y, por sí mismas, no lideran la innovación basada en I+D, todo ese potencial se quedará en buenas publicaciones que rentabilizarán social y económicamente otros países.
¿En qué medida crees que las universidades incentivan la transferencia de tecnología?
Creo que lo hacen cada vez más y, desde luego, la importancia de transferir los resultados de la investigación está en su discurso, pero me temo que faltan recursos humanos y económicos y cierto liderazgo para ir de los discursos a los hechos. De hecho, la universidad española tiene en la transferencia del conocimiento su talón de Aquiles en el cumplimiento de su misión. Hay quien habla de que la transferencia es algo así como una tercera misión, después de la docencia y la investigación, pero realmente es una pieza indispensable de la única misión, que es: “la mejora permanente de la sociedad a través del conocimiento”. Precisamente, pensar que es “una tercera misión” puede hacer, inconscientemente, que nos parezca menos importante. Reconocer que es una parte consustancial de la misión universitaria, misión única, insisto, nos ayudará a ponerla en su justo valor.
¿Crees que existen suficientes redes colaborativas entre los investigadores de las universidades españolas?
Si por redes se entienden los mecanismos que facilitan o podrían facilitar la colaboración entre investigadores, la respuesta es que sí. Otra cosa es cómo se usen y si disponen de recursos para ir más allá de la voluntad de colaborar.
Pese a los esfuerzos hechos por la universidad, especialmente por ti y por la RedEmprendia ¿Crees que los términos universidad y emprendimiento están reñidos? Todavía hay quién cree que son una cultura funcionarial y académica que está reñida con la capacidad de emprender
Los términos universidad y emprendimiento deberían ser inseparables. No hablo solo del emprendimiento empresarial, sino también del intraemprendimiento. Hablo de cultivar la actitud y la aptitud para emprender en cualquier ámbito profesional, y hasta vital, sea liderando tu propio proyecto o formando parte de proyectos ajenos. Por ejemplo, es muy importante contar con personas emprendedoras en las administraciones públicas. Las universidades deberían hacer un esfuerzo mayor para enseñar a emprender. Si se puede aprender a emprender, se puede enseñar, pero no con los mismos contenidos, de la misma forma y en los mismos espacios que se utilizan en una clase magistral o en unas prácticas de laboratorio.
¿Qué claves consideras necesarias para incentivar y apoyar la transferencia de conocimiento universidad- empresa?
Es un tema bidireccional. No puede haber transferencia de conocimiento desde la Universidad a la empresa si no hay desde aquella la voluntad y la capacidad de hacerlo y desde esta el interés por incorporar los resultados de la I+D universitaria a la empresa. Si nos centramos en lo primero, en las claves para que la Universidad tenga esa voluntad y capacidad, podemos hablar de querer, saber y poder hacer dicha transferencia. A mi juicio lo más importante para el querer es que existan incentivos, no solo, ni sobre todo, económicos. Para saber, los investigadores necesitan experiencia y conocimiento propios, más allá del apoyo, imprescindible por otra parte, de los técnicos y expertos de las universidades. Para poder transferir debe haber una demanda externa espontánea e inducida y medios para atenderla, que se traducen en tener tiempo -no se puede hacer de todo, todo a la vez y todo bien; no hay muchas mujeres y hombres orquesta, y los que hay necesitan ensayar antes de actuar-, disponer de la inversión necesaria, de recursos técnicos…
A qué nivel situarías a los perfiles de tecnología que se forman en España, ¿en qué medida son competitivos nuestros informáticos si los comparamos con los de otros países?
Creo que su formación es buena y la prueba es que no solo encuentran trabajo de forma inmediata en nuestro país sino que aquellos que se van fuera son muy bien valorados. Creo, en todo caso, que la formación sigue siendo demasiado teórica y las materias siguen operando en buena medida como compartimentos estancos. También se necesita dar una visión que vaya más allá de los contenidos específicos de la informática, y abordar otros que les ayudarán en su desempeño profesional: del ámbito del derecho, relacionados con el emprendimiento y la gestión empresarial, con el ejercicio ético de la profesión, etc. Hay un claro margen de mejora, sin duda.
¿Cómo será la educación superior del mañana? ¿crees que se van a producir cambios significativos después de estos 3 meses?
Me temo que poco va a cambiar una vez que superemos la pandemia. Debería hacerlo, ya que nuestras universidades tienen que transformarse a universidades digitales; no confundir esto con universidades digitalizadas, por cierto. Desde mi punto de vista, las universidades han resuelto muy dignamente la situación inédita de haber tenido que cerrar sus puertas de un día para otro. El esfuerzo y la voluntad colectiva del profesorado, el alumnado y el personal técnico lo han hecho posible. Pero me preocupa no lo que se haya podido perder en estos meses sino que dejemos escapar lo que tendríamos que haber ganado: experiencia, voluntad de cambio, la reflexión sobre cómo desde el nuevo curso vamos a avanzar hacia esas universidades digitales y la planificación del camino para ello… Si nos quedamos en superar, mal que bien, la excepción, atender excepciones acabará siendo la regla.
Solo un 18 % de los estudiantes de carreras STEM son mujeres ¿A qué cree que es debido la escasez de mujeres en las carreras tecnológicas?
No hay una única razón y por eso no hay un solución fácil ni rápida. Son muchas las causas, pero me preocupa en particular una que se realimenta a sí misma. La escasez de mujeres en las ingenierías, y en particular en la informática, hace que se perciba, lógicamente, como una titulación y una profesión muy masculinizada, lo que a su vez desincentiva enormemente el que las mujeres opten por esta formación. Romper este círculo vicioso supone actuar mucho antes de que las jóvenes elijan qué estudiar. Es un problema de educación, de necesidad de hacer más visibles los referentes femeninos, de cómo se presenta y ejerce la profesión, etc.
El número de graduados va en aumento, el de nuevas titulaciones también, pero las empresas no encuentran el talento que necesitan ¿toca “repensar «el modelo de formación de los más jóvenes?
Si hablamos de la informática y, en general, de las titulaciones del ámbito de las tecnologías de la información y las comunicaciones, hay varias cosas que debemos atender y no todas dependen de las universidades. Por ejemplo, los salarios, sobre todo en los primeros pasos profesionales de los titulados, suelen ser bajos para lo que se les demanda. Esto es muy desincentivador y disuade a no pocas personas de seguir estos estudios o de ejercer profesionalmente en España. En cuanto a la oferta, creo que hay que repensar en profundidad la oferta docente y la forma de ponerla en práctica. Hay una rigidez excesiva para crear nuevas titulaciones, modificarlas, hibridarlas con otros ámbitos… En lugar de valorar la calidad de una titulación por lo que han aprendido sus egresados y la utilidad de ello para su vida y para el ejercicio profesional, lo medimos por el tamaño de la memoria de creación del nuevo título y del plan de estudios y de su impartición. Es decir, a través de papeles.