La era Biden debe abrir esperanzas en la economía digital
ANDRÉS PEDREÑO. Miércoles, 2 diciembre 2020
El autor en un artículo publicado en EL MUNDO considera que la llegada de Biden fortalecerá los lazos históricos a un lado y otro del Atlántico, pero advierte de que no habrá soberanía digital en la UE sin tener la capacidad de desarrollar ecosistemas digitales que merezcan tal nombre
Tras unos días de algarabía, la victoria de Biden parece confirmada y, a la espera de su toma de posesión, su triunfo ha sido recibido con entusiasmo en las capitales europeas. Aunque es pronto para advertir cuáles serán los primeros pasos de la Administración Biden, una cosa parece clara: Europa confía en que la llegada de Biden fortalecerá los lazos históricos a un lado y otro del Atlántico.
Cooperación era uno de los mantras en todas las felicitaciones de los líderes mundiales: la transatlántica es la más importante fuente de cooperación económica en el mundo. La victoria de los demócratas propicia la reconstrucción de los puentes que el multilateralismo exige, con futuras negociaciones y acuerdos comerciales acompañados de políticas públicas a favor del libre comercio y contrarias al proteccionismo de ambas partes.
Dentro de esta cooperación transatlántica, los servicios digitales son una parte muy relevante en esta balanza comercial, con un potencial de crecimiento importante en los próximos años. Esta relación está a mucha distancia económica de las exportaciones a China o a Latinoamérica, por lo que no sorprende que el 73% de la inversión internacional de Estados Unidos en industrias de la información esté concentrada en Europa, según los datos del Atlantic Council.
Paradójicamente, es posible que la mayor vocación proteccionista en Europa en los últimos tiempos esté ligada al plano digital, elemento clave, como decíamos, de esa cooperación económica que tiene visos de mejorar con Biden al mando. Europa ha entrado en confrontación directa con los EEUU al imponer tasas digitales que afectan, básicamente a un puñado de empresas norteamericanas. Como contrapartida, los Estados Unidos han impuesto aranceles sobre productos europeos, entrando en una guerra comercial inédita en las últimas décadas.
En nuestro libro Europa frente a EEUU y China: prevenir el declive en la era digital, argumentamos que el proteccionismo europeo es un error de cara a afrontar el gap tecnológico de Europa con China y EEUU. Europa necesita menos regulación y efectos Bruselas, y una I+D efectiva en el sector privado con políticas educativas para generar talento y emprendimiento digital, administraciones eficientes y ecosistemas de innovación disruptiva competitivos, aparte de lógicamente una apuesta ambiciosa por las tecnologías de propósito general como la Inteligencia artificial.
La búsqueda del grial de la soberanía digital europea es una cuestión compleja a nivel comunitario. Las 27 economías tienen sus particularidades y sus dependencias de la tecnología estadounidense son variables; lo que es cierto es que una interdependencia tecnológica estratégica, bien orientada, es deseable, para mejorar la posición de Europa en el mercado global. De lo contrario, las medidas proteccionistas, dejarían a Europa en una posición de desventaja. Alemania y Francia, primera y segunda economías comunitarias, abogan por lograr esa independencia tecnológica a toda costa. Pero debemos aspirar a lograr un mercado común más fuerte a través de una regulación digital eficiente que siente las bases para la inversión e innovación en Europa; pero el impacto más notorio se genera directamente mediante la inversión. Una de las claves será esa capacitación europea para desarrollar innovación local a través de ese trampolín de inversión extranjera.
Una cosa es que la Unión Europea ponga foco en que sus startups escalen y lleguemos a generar unicornios y gigantes tecnológicos de relevancia internacional, y otra que a estas alturas nos dediquemos a crear o replicar tecnologías o soluciones ya consolidadas en el mundo para otorgar la etiqueta de hecho en la UE. Eso no es una apuesta ganadora o que aspire, a fin de cuentas, a cambiar las reglas del juego. En el campo de la tecnología es difícil -quizás imposible- competir con productos que ya existen. Y los ejemplos fallidos en la Unión son conocidos por todos (además de financiados por todos). En lugar de innovar, nos dedicaríamos a emular innovaciones ya existentes, seguramente con un coste superior para lograr una calidad inferior.
La cooperación con los Estados Unidos no puede ser una competición sino propiamente eso, generar resultados de una acción común. Y queda territorio por explorar para lograr el segundo objetivo de la Comisión, además de la digitalización: una Europa verde. La vuelta de Estados Unidos al Tratado de París parece el primer trámite que certificará la Administración Biden y el uso de la tecnología y el desarrollo de tecnologías de propósito general como la inteligencia artificial será clave para este propósito.
La Unión Europea tiene que aprender a hablar el lenguaje del poder, en palabras de su Alto Representante, Josep Borrell. Por eso, su capacidad de generar liderazgo a nivel mundial dependerá de su capacidad de mantener el espíritu multilateral que está en su génesis. Fomentar un proteccionismo que no permita una verdadera innovación podría ser un error histórico ante esta renovada oportunidad transatlántica. Es posible que Biden tenga en su hoja de ruta otras prioridades a nivel geopolítico, pero ni él ni Von der Leyen pueden permitirse que esta relación histórica no se refuerce con choques que sí son evitables.
Nadie podrá hacer por Europa sus deberes pendientes en la economía digital. No habrá soberanía digital sin tener la capacidad de desarrollar ecosistemas digitales que merezcan tal nombre y entornos donde las startups digitales adquieran la dimensión global de la que Europa es acreedora.
Las compañías europeas punteras -en sectores como la automoción, el medio ambiente o la maquinaria- tienen que apoyarse en la tecnología para innovar y ser competitivas. No tienen que innovar transformándose en creadores de tecnología maduras, sino ser propiamente disruptores en un mercado global con desarrollos tecnológicos que pueden ser propios pero ligados a tecnologías, que como la Inteligencia artificial, abren un potencial de disrupción relevante. De otra forma estaremos enterrando la esperanza, quién sabe si la última, de estrechar el Atlántico y afrontar desde una perspectiva occidental y garantista los retos que el planeta tiene por delante.
Andrés Pedreño es emprendedor y catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Alicante. Autor, con Luis Moreno, del libro Europa frente a EEUU y China: prevenir el declive en la era de la inteligencia artificial.